SARAMAGO

Izquierda

«Nosotros tenemos razón, la razón que asiste a quien propone que se construya un mundo mejor antes de que sea demasiado tarde, pero o no sabemos transmitir a los demás lo que es substantivo en nuestras ideas, o chocamos con un muro de desconfianzas, de prejuicios ideológicos o de clase que, si no logran paralizarnos completamente, acaban, en el peor de los casos, por suscitar en muchos de nosotros dudas, perplejidades, esas sí paralizadoras. Si el mundo alguna vez consigue a ser mejor, solo habrá sido por nosotros y con nosotros. Seamos más concientes y estemos orgullosos de nuestro papel en la Historia. Hay casos en que la humildad no es buena consejera. Que se pronuncie alto la palabra Izquierda. Para que se oiga y para que conste».

José Saramago (16 de noviembre de 1922 - 18 de junio de 2010) ¡Buen descanso, Maestro!

sábado, 5 de junio de 2010

ASIA

Afganistán. Malalai Joya: «No hay democracia bajo la ocupación»
por Dominique Bari

La joven diputada afgana Malalai Joya fue excluida del parlamento por haber denunciado la injerencia de las potencias extranjeras y las violaciones de los derechos de las mujeres que se cometen bajo la ocupación.

Malalai Joya es una mujer disgustada. Más que disgustada, furiosa por la guerra que la coalición internacional mantiene en su país, Afganistán; furiosa por las bombas de la OTAN que matan civiles en las aldeas; furiosa contra el llamado a la reconciliación con los talibanes y con los señores de la guerra. «¡Pongan fin a las masacres en mi país, ordenen la retirada de las tropas extranjeras para que se detenga la talibanización!», exige la joven diputada afgana a la opinión pública de los países occidentales.

Dominique Bari: La conferencia de Londres, celebrada a finales de enero, oficializó una negociación con los dirigentes del antiguo régimen talibán. ¿Qué puede suceder ahora?

Malalai Joya: Millones de afganos se están muriendo de hambre, pero al régimen de Karzai le prometieron millones de dólares para que los insurgentes depongan las armas. Eso conducirá a la rehabilitación de los talibanes, quienes tomarán el control de la Loya Jirga, la asamblea de ancianos y de representantes de las tribus que debe reunirse próximamente.

¿Es que alguien realmente cree que se puede instaurar la democracia con esos reaccionarios? Pero los talibanes no son los únicos integristas. Cuando Estados Unidos y sus aliados derrocaron el régimen del mullah Omar, lo que hicieron fue reemplazarlo por otros fundamentalistas, por señores de la guerra vinculados a la Alianza del Norte, que dirigía Masud. Ese grupo es similar al talibán en materia de creencias.

En los últimos años se han adoptado una serie de leyes y una serie de decisiones judiciales verdaderamente escandalosas. Con el pretexto de la reconciliación nacional se ha concedido inmunidad a los señores de la guerra y a otros conocidos criminales de guerra, muchos de los cuales son ahora miembros del parlamento, están en los ministerios, en la administración judicial y son todos unos corruptos.

Y ahora resulta que hasta la propia ONU borra de su «lista negra» los nombres de los ex dirigentes talibanes. ¿Acaso puede construirse el porvenir de un pueblo con ese tipo de acciones? A no ser que pretendan hacerle creer que el símbolo de las bondades del progreso occidental es la fábrica de Coca Cola inaugurada en las afueras de Kabul, en este país pobre donde el agua es un recurso inestimable...

Dominique Bari: Usted fue electa para formar parte del parlamento en 2005. Pero fue expulsada al cabo de 18 meses. ¿Por qué?

Malalai Joya: Durante la ceremonia de apertura de la sesión parlamentaria, yo presenté «mis condolencias al pueblo afgano», cosa que no les gustó a muchos diputados, quienes se quejaron de que aquello era una ofensa para ellos. Fueron esos señores de la guerra quienes pidieron mi exclusión.

Yo había recordado que ellos habían saqueado Kabul durante la guerra civil que se desarrolló de 1992 a 1996 y que ellos era responsables por la muerte de decenas de miles de personas. Yo dije que debían ser llevados a los tribunales internacionales. Yo denuncié la corrupción, alimentada por los miles de millones que desembolsó la comunidad internacional en nombre de la reconstrucción.

Rápidamente llegó un momento en que ni siquiera me dejaban hablar. Me desconectaban el micrófono cuando yo pedía la palabra y yo tenía que hablar a gritos [mientras me gritaban] insultos y amenazas. Algunos diputados, hombres y mujeres, me defendieron, pero eran pocos. Me acusaron de comunista y de infiel, que son para ellos los máximos insultos. En una entrevista de televisión, yo acabé por comparar el parlamento con un zoológico. ¡Peor que un establo, donde los animales por lo menos sirven para algo!

Dominique Bari: ¿De qué servirán las tropas de refuerzo que anunció Obama?

Malalai Joya: El objetivo de la guerra no era implantar la democracia y la justicia ni arrancar de raíz los grupos terroristas. Para lo que ha servido es para dar un carácter permanente a la ocupación, para instalar bases militares y para mantener bajo control una región que cuenta con grandes recursos naturales. Obama es igual que Bush, incluso peor porque está intensificando la guerra y extendiéndola a Pakistán.

El gobierno americano mantiene una situación peligrosa para mantenerse más tiempo en Afganistán y vigilar así más fácilmente a los países vecinos, como Irán, Pakistán, Rusia y Uzbekistán. Si Obama no retira sus soldados habrá más sangre y más desastres. Mire los bombardeos de la OTAN. En mi provincia de Farah, en mayo (de 2009. NdlR.), resultaron muertos más de 150 civiles.

Esa masacre es para el mundo una pequeña muestra de los horrores que nuestro está enfrentando. Pero ¿quiere realmente el mundo ver esos horrores? Yo organicé una conferencia de prensa y un hombre de la aldea de Geranai, atenazado por el dolor, vino a contar cómo él mismo había perdido 20 miembros de su familia la masacre. ¿No es posible que ese hombre se sienta impulsado, al igual que otros jóvenes, a unirse a los insurgentes, aunque sean integristas?

Dominique Bari: El destino trazado para la mujeres bajo el régimen de los talibanes había acabado conmoviendo a la opinión pública internacional. ¿Cuál es la situación [de las mujeres afganas] hoy en día?

Malalai Joya: La Constitución afgana contiene varias cláusulas sobre los derechos de las mujeres. Yo fui una de las numerosas delegadas a la Loya Jirga de 2003 que luchamos fuertemente por la inclusión de esas disposiciones. Pero [esa Constitución] está marcada por la fuerte influencia de los fundamentalistas con quienes Karzai y Occidente han llegado a compromisos.

La Constitución proclama la igualdad entre hombres y mujeres, pero el país se rige por la sharia. La supuesta democracia de la Constitución oficial se viola sistemáticamente. Sólo sirve de vitrina para atraer el dinero de la ayuda internacional, que generalmente acaba siendo malversado. Afganistán es actualmente un país donde las mujeres, a veces niñas de 14 o 15 años, que huyen del domicilio conyugal a causa de la extrema violencia son consideradas criminales y se les encarcela.

Es verdad que se ha producido un regreso de las niñas a las escuelas, pero las cifras no incluyen a las que se ven obligadas a abandonarla debido a las amenazas contra su seguridad y las presiones a las que se ven sometidas por parte de sus familias para que se casen. El suicidio se ha convertido en el último recurso de las muchachas desesperadas, quienes tienen conciencia de las alternativas pero también saben que nunca tendrán derecho a ellas.

Dominique Bari: Precisamente, ¿cuáles son esas alternativas?

Malalai Joya: Todas las tropas extranjeras deben irse y las milicias de los señores de la guerra deben ser desmanteladas. La democracia no puede ser instaurada por una ocupación que no hace más que extender y fortalecer la talibanización de mi país. Y es mi pueblo quien está sufriendo las consecuencias.

Si Estados Unidos y las tropas de la OTAN que ocupan nuestro país no salen de Afganistán en un plazo razonable, tendrán que enfrentar una resistencia cada vez más grande de parte de los afganos. Los gobiernos occidentales se niegan a ver voluntariamente que la gente está luchando por la reconstrucción de su país en condiciones de paz y de seguridad.

Partidos y asociaciones democráticas luchan a menudo desde la clandestinidad. No olvidemos que la Constitución prohíbe la existencia de partidos laicos no basados en el Corán. Las manifestaciones estudiantiles contra los recientes bombardeos, al igual que las protestas de cientos de mujeres, que se produjeron el mes pasado en Kabul, muestran al mundo el camino hacia una verdadera democracia en Afganistán.

Hay muchos héroes y heroínas desconocidos. Y están luchando en sus ciudades y aldeas. ¿Por qué ningún dirigente occidental quiere reconocer ni siquiera la existencia misma de una fuerza progresista emergente que puede desempeñar un verdadero papel?

Yo no pierdo las esperanzas. Necesitamos la ayuda de la opinión pública en los países occidentales y, a través de mis viajes, me doy cuenta de que están moviéndose. Ha habido manifestaciones contra el envío de refuerzos, ya nadie cree en la «guerra justa». Hay que aumentar la presión para obligar a los gobiernos belicistas a ceder.

Dominique Bari

Fuente: L’Humanité (Francia).

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ESTUDIO JURÍDICO
Dr. JULIO SALESSES
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JAPÓN

HEIDEGGER Y EL ZEN

En las sociedades Occidentales de hoy, lo que mide el éxito es el desarrollo económico. La incorporación inapelable, poderosa de la técnicas y de la voluntad capitalista de dominar, someter la naturaleza en beneficio del incesante crecimiento de la rentabilidad de ese sistema. No hay duda: si el éxito es eso, Japón lo ha hecho. Vayamos al centro de la cuestión: Tokio. Es el espacio del vértigo alucinatorio de la mercancía. El LSD del capitalismo terciario. Nueva York con mescalina. La existencia en el modo de la sobredosis. Aquí, más que a la película de Sofía Coppola (Perdidos en Tokio) conviene referirse a la de la alemana Doris Dörrie. Dos alemanes se pierden en Tokio y no consiguen tomar contacto con nada que recuerde a un ser humano. Es una ciudad monstruo. Con hombres objeto. Mujeres objeto. No ha quedado, en todo ese inmenso espacio, nada que refiera a la naturaleza. Esto es, para muchos, el éxito de Japón. Acaso lo sea. Dentro de la modalidad tecnocapitalista de rapidez, inmediatismo, vértigo de la mercancía, remisión de todos los valores de la existencia a un único valor: el dinero, eliminación del tiempo, consagración de la fulminante hipervelocidad, salto incesante de una cosa a la otra, desarraigo absoluto, incomunicación, cosificación de las relaciones humanas y control técnico informático sobre los destinos de todos los sujetos-objeto que se descontrolan en el, sin embargo, implacable control de la ciudad-sistema. Tokio es la bandera del éxito, la avanzada de la civilización occidental. Ha llegado más lejos que Nueva York en la occidentoxicación de la vida. (Actualmente, en otro contexto cultural e ideológico se da un fenómeno igualmente espectacular en China.)
Pero Japón ya no es Japón. Los japoneses, para triunfar, debieron dejar de serlo. ¿Quienes triunfaron entonces? Si los triunfadores de hoy ya no son japoneses, ¿quienes son? No sabemos quienes son y difícilmente lo sepan ellos. Lo que sabemos es que, cierta vez, alguien preguntó al monje budista Chao-Chou cuál era la verdad budista y el monje respondió: "Ciprés en el jardín". Algo cambió desmedidamente en ese país para que haya transitado ese camino. Japón pasó del "estar en la naturaleza" a la"voluntad de dominio". Del zen a la instrumentalidad capitalista. Del "estar" al no estar en ninguna parte: como el dinero, lo virtual, lo desterritorializado. Ese cambio civilizatorio posibilitó su triunfo. Ahora, ¿un país triunfa cuando ya no es lo que fue?. Porque, cuando se habla (y siempre se habla), del fracaso argentino,al cabo lo que fracasó sigue siendo la Argentina. Pero en Japón, lo que triunfó ya no es Japón.
Cuando el maestro ¿zen? Martin Heidegger cumplió 80 años fue a visitarlo un filósofo japonés; fue, digamos, a sumarse a la celebración. El hombre se llama Koichi Tsujimura. Confiesa que no queda mucho en Japón de "filosofía japonesa". Acaso por eso haya ido a verlo a Heidegger a su refugio de la Selva Negra, ahí, en su "estar", en su "arraigo". Sospecha que la filosofía zen, ausente en Japón, palpìta todavía en los bosques del patriarca. Voy a citar a este zen entristecido y nostálgico con la extensión que merecen sus palabras renovadoras:"Nosotros los japoneses, desde la antigüedad, somos, en cierto sentido, hombres naturales. Es decir, en modo alguno queremos dominar la naturaleza, mientras que, en cambio, querríamos vivir y morir, en la medida de lo posible, en una manera conforme a la naturaleza. Un hombre japonés corriente dijo en su lecho de muerte: 'Estoy a punto de morir. Tal como las hojas caen en otoño'. Y un maestro zen, el progenitor, por decir así, de mi práctica zen personal, hallándose próximo a la muerte, rechazó una inyección y dijo: '¿Para qué prolongar la vida de forma tan forzada? En vez de tomar el fármaco, bebió un sorbo de susakepreferido, y serenamente murió". Con una certeza no, precisamente, ardua de obtener, Tsujimura concluye: "Bien mirado, aquí se advierte un llamativo contraste entre la antigua tradición espiritual japonesa y una vida determinada por la tradición espiritual europea. En suma, vivir y morir según la naturaleza: esto era, por decirlo de alguna manera, un ideal para la sabiduría japonesa antigua". Todo ha cambiado. Hoy, en alguna superhipermoderna clínica de Tokio, si el maestro zen pide sake, le dan 15 inyecciones y le calcinan con láser el recóndito lugar de su cuerpo donde el mal pueda latir. Y seguramente lo salven, y el maestro en volverá, entonces, a la vida, pero quizá ya no a su sake.
Tsujimura dice que no es que los japoneses no tengan voluntad, sino que en el fondo de la voluntad reina la naturaleza. "Por eso 'naturaleza' en japonés era sinónimo de 'verdad'".Todo cambió. "A partir de la europización del Japón, iniciada hace aproximadamente unos 100 años hemos introducido con todas nuestras fuerzas la cultura y la civilización europeas en casi todas las esferas de nuestra vida. La europeización ha sido para nosotros una necesidad histórica a fin de conservar nuestra independencia en el mundo actual determinado por la voluntad. Pero, al mismo tiempo, en ello estriba el peligro de perder nuestra esencia peculiar. La europeización del Japón ha tenido lugar sin una conexión intrínseca con nuestra tradición espiritual. Desde entonces hemos tenido que sufrir en lo más profundo de nuestro ser una grave divergencia entre nuestro modo de ser y de pensar conforme a la naturaleza, y la manera occidental de vivir y de pensar determinada por la voluntad, que nos hemos visto obligados a aceptar." (Es necesario remarcar este giro: "nos hemos visto obligados". ¿Por quién?¿Quién obligó a Japón a no ser ya Japón? Sin duda el colonialismo ha hecho mucho por esto y también los japoneses, en su mayoría, que no eran como Tsujimura.)"Nosotros(confiesa dramáticamente Tsujimura), japoneses europeizados, debemos conducir más o menos una doble vida." Algo muy occidental, que un judío de Viena, el por completo occidental Freud, llamó esquizofrenia.
El tema es la identidad nacional. En el mundo globalizado y occidentoxicado de hoy es prioritario. Los planteos de Tsujimura (hechos, además, ante Heidegger, que pasa por ser el último filósofo universal, según Badiou y muchos más) son trágicos y transparentes. Luego, para satisfacción del Maestro, el pensador zen arremete contra Descartes quien, según dice toda la academia occidental, arrojó a este mundo a los terrenos del dominio de la razón, de su instrumentalidad y de su voluntad de dominio. Si interpretramos al sujeto de Descartes como el surgimiento del sujeto capitalista, ¿cómo no estar de acuerdo?El ego cartesiano, unido a la voluntad de poder nietzscheana, da "Irak". Da Imperio Global estadounidense. Da devastación de la naturaleza. Da desdén por el Protocolo de Kioto. Da armamentismo y "devastación de la tierra".¿Qué se le opone a esto? Tsujimura dice:"Aquí tenemos que limitarnos a mencionar solo un aspecto de la notable relación entre el pensamiento de heidegger y nuestro budismo zen". La relación ("notable") se da en torno de la temática del "árbol en flor". Sigue Tsujimura: "Allí está el árbol en flor. Así habla Heidegger de algo tan simple como esto: 'estamos ante un árbol en flor y el árbol está delante de nosotros'". ¿Qué haría el homo tecnocapitalista de la voluntad? Talaría el árbol y construiría palos de "abollar ideologías" para las laboriosas luchas represivas de los cuerpos policiales.. En suma, armas para el Leviatán. ¿Qué haría el hombre de la naturaleza? Dice el maestro zen: "Frente a la simple cosa de que el árbol está en flor, nosotros (dice) tenemos que estar presentes ante él, ahí, donde está el árbol (lejos del campo de la ciencia y de la técnica), en el suelo en que vivimos y morimos."Sigue Tsujimura y Heidegger, sin duda cuasi extasiado, escucha: "El budismo zen caracteriza esta situación de la siguiente forma: 'El asno mira en el pozo y el pozo en el asno. El pájaro mira la flor y la flor mira el pájaro." Y ahora vuelve a Heidegger, al Maestro de Friburgo, y su meditación sobre el árbol en flor: "Al final del ejemplo del árbol en flor, Heidegger amonesta y reclama: 'Finalmente se trata, antes que nada, de no dejar caer el árbol en flor, sino de dejarlo donde está." Difícil que esta frase frene a la colosal industria de la madera. Todo es muy complejo. Heidegger no siempre tuvo tan exquisita sensibilidad por los árboles en flor. De hecho, en 1.933 (y por mucho más tiempo aún) consideraba que el Führer encarnaría la función planetaria,auténtica, de la técnica. Jamás abandonó esta creencia. Pero quien pierde unFührerbien puede abrir sus oídos a un humilde maestro zen que traduce sus meditaciones del crepúsculo. Y, por fin, Tsujimura, retomando la amonestación de Heidegger ("no dejar caer el árbol en flor sino dejarlo donde está"), concluye: "En otro contexto, pero en el fondo en el mismo sentido, también en el zen somos amonestados por la verdad del ciprés en el jardín: 'No taléis, no quebréis aquel árbol exuberante; a su sombra fresca descansan los hombres'".


(José Pablo FEINMANN, "La filosofía y el barro de la historia", 4ª Edición, Planeta, año 2.008, Págs. 744 a 748. Las negritas pertenecen a "Después de la Nada")

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